Pero Dios le dijo: “Necio, esta misma noche perderás la vida, y lo que tienes guardado, ¿para quién será?”
Lucas 12: 20
Hemos reflexionado varios días recientemente, especialmente al inicio de este mes, en el Dios que provee lo necesario para nosotros. Hoy me gustaría presentarte una cara distinta de la misma moneda. Dios espera que los seres humanos sepamos utilizar la provisión que él hace para nosotros y que podamos vivir sabiamente. En la experiencia descrita por Jesús en este pasaje, Dios nos advierte contra uno de los grandes males del corazón humano: la codicia.
El insaciable deseo de posesiones materiales es uno de los más intensos impulsos de la raza humana. Este mal hace perder de vista el verdadero propósito de la vida humana. El rico de esta parábola reunió muchos bienes, acaparó todo lo que pudo y, cuando no cabía más en sus graneros, decidió tumbarlos y hacer unos más grandes. No pensó en ningún momento en compartir con los más necesitados. Solo pensaba en sí mismo, como si solo él existiese sobre la Tierra; se consideraba el centro del mundo.
Óyelo hablar: «Mis graneros, mis bienes, mis frutos, mi alma». Pensó en retirarse a descansar, comer, beber, divertirse. Estaba haciendo planes solo y se olvidó de que el tiempo solo le pertenece a Dios. Es él quien da la vida y le pone límites.
Cuentan que, al borde de la muerte, Alejandro Magno convocó a sus generales y les comunicó sus tres últimos deseos: (1) que su ataúd fuese llevado en hombros y transportado por los mejores médicos de la época; (2) que los tesoros que había conquistado (plata, oro, piedras preciosas) fueran esparcidos por el camino hasta su tumba; y (3) que sus manos quedaran balanceándose en el aire, fuera del ataúd, y a la vista de todos. Uno de sus generales, asombrado por tan insólitos deseos, le preguntó a Alejandro el porqué.
Alejandro le explicó:
—Quiero que los más eminentes médicos carguen mi ataúd para así mostrar que ellos no tienen, ante la muerte, el poder de curar. Quiero que el suelo quede cubierto por mis tesoros para que todos puedan ver que los bienes materiales, aquí conquistados, aquí se quedan. Y quiero que mis manos se balanceen al viento, para que las personas puedan ver que vinimos con las manos vacías, y con las manos vacías partimos.
Hoy, al iniciar tu jornada, el mensaje de @Dios para ti es: «Ya que yo he provisto para tus necesidades, ahora te encargo pensar en los demás y compartir tus bendiciones».